Los
cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban
la muerte sólo una vez (William Shakespeare).
Siempre
he dicho que el valiente no es aquel que no tiene miedo, sino aquel que es
capaz de vencerlo. El cobarde siempre teme a lo que no ve, incluso a lo que no
va a pasar.
El
propio Winston Churchill decía que se había llevado más de la mitad de su vida preocupándose
por cosas que jamás iban a ocurrir.
Preocuparse
es ocuparse anticipadamente de un hecho no ocurrido. ¿No sería más práctico “ocuparse”
de las cosas del presente y disfrutarlas o sufrirlas?
El
miedo no nos deja sentir las primeras olas de nuestra infancia, los primeros
pasos del éxito, nos reprime con pudor de lo natural y bello, atenaza nuestro
valor y ahoga nuestro talento, incluso nos hace perder en el amor.
Si
te dejas vencer, habrás sucumbido, estarás perdido en el bosque más tenebroso. Y
allí estarás solo, a merced de cualquier alimaña.
Cuando
te encuentres con el lobo de tus miedos, no lo dudes, enfréntate a él. Quizás
en el embroque, cuando tus pies posen en el suelo, veas que todo se ha
desvanecido que lo que creías, ya no es. Puede que te des cuenta que eres capaz
de reír, de bailar, de alejar los pudores; sabrás obtener lo mejor de tu
talento, te fundirás alegre con las olas, jugarás como un niño, y sobre todo
amarás.
Como
siempre para lo que necesitéis, estaré por aquí.