Hay quién se extraña porque el coaching utiliza como herramienta más
habitual la pregunta, y de forma añadida otras como las dinámicas, la música, u
otras no habituales desde un punto de vista técnico y de altos vuelos, con
altas dosis de sentido cognitivo. Se extrañan de la no sofisticación –
aparentemente – de las herramientas, de no verse sorprendidos por el elemento
externo: el entrenador o coach. En ocasiones se nos exige resultados con las
mismas herramientas que usan las empresas; cuando en realidad los resultados se
dan por la determinación firme del cliente hacia el cambio, haciendo algo
distinto de lo que hasta ahora no le dio los resultados deseados.
Esto pudiera ser, y lo es, un hándicap que el entrenador experto debe
solventar, porque los coaches no somos elementos externos, como lo pudiera ser
un consultor; somos el acompañante que cuestiona y hace reflexionar sobre las
verdades básicas que todos tenemos y las creencias establecidas per se, nos convertimos – sin ser
consejeros – en el Pepito Grillo de nuestro Pinocho interior.
Cuesta sacar al cliente de su ámbito, para que sea capaz de obtener otro
punto de vista. En ciertas circunstancias invito a algunos clientes a que
paseemos por el campo, haciendo senderismo, o a tomar café en espacios de
ensueño, o a visitar lugares fuera del normal trasiego empresarial. Salimos de
la rutina.
¿Dudamos hoy de Platón o de Sócrates? El coaching aunque es una técnica relativamente nueva, sin
embargo era muy usada en la antigüedad; cercana a la mayéutica, al método
socrático que mediante preguntas que se van haciendo, el cliente consigue
descubrir nociones que en él estaban latentes, y quizás se negaba – por
cuestiones diversas – a optimizar.
¿Alguien no se ha emocionado con una música, quién no ha
respirado profundo al amparo de una música y ha dicho “puedo…” o “necesito…”?
Platón decía que la música era para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo.
Tras muchos años – veintiocho – en la empresa privada de carácter
tecnológico (TICs), en pymes y en multinacionales, he verificado velocidades y
tomas de decisiones a veces no acertadas – no por mi visión, sino por lo
empírico de los hechos en el tiempo –. A la par, mi vida particular frecuentaba
círculos donde la filosofía y el pensamiento se envolvían en preguntas. “Haz la
pregunta de forma correcta y en ella hallaras implícitamente la respuesta”, fue
una de las muchas enseñanzas que aprendí. Y por fortuna o por búsqueda, llegué
al coaching.
Fue un momento mágico, desde mis primeros pasos comprendí que los conceptos
de coaching y consultoría, aunque fuesen distintos, podían aunarse, no tenían
por qué ser antagónicos. Usando el coaching de forma transversal podía lograr
excelentes resultados del análisis de procesos, de la reingeniería de procesos,
de los sistemas de triple impacto e incluso de las herramientas de innovación.
Con esta simbiosis se consiguen espacios amables, seguros y competitivos. Me di
cuenta que en las empresas se reducía notablemente el rechazo al cambio, porque
el cambio nacía del seno de la propia empresa, no era dictado ni impuesto.
Me di cuenta que las personas podían crecer junto con las empresas, y esto
es un elemento motivador. En mis años en grandes multinacionales me he dado
cuenta que existen departamentos de Recursos Humanos que son el menos humano de
los recursos; por el contrario, me he encontrado profesionales de estos
departamentos que tienen otra alma, y tienen la convicción que es necesario
cambiar el sentido de estos espacios, y convertirlos en Departamentos de la
Felicidad.
¿Sabíais que la felicidad es productiva? Un empleado, trabajador o
colaborador feliz – o que se sienta feliz – genera en su entorno, a su
alrededor, un halo más proclive a la productividad que otro en constante
desacuerdo y enfrentamiento con la empresa, el empresario y su entorno laboral
(léase jefes, jefechillos, jefazos o incluso compañeros).
Si nos pasamos casi una tercera parte de nuestra vida, o más, en el entorno
laboral, ¿por qué hacerlo en un habiente hostil?, ¿qué resultados tendríamos si
el habiente laboral fuese armónico?, ¿cómo influiría en la empresa si la
implicación laboral fuese máxima?, ¿qué separa al individuo del proyecto
empresarial?, ¿conoce el proyecto empresarial lo suficiente como para
implicarse en él?
¿Cómo influiría en nuestras empresas si se diese un espacio para la
reflexión, cuestionar métodos y buscar soluciones?
También es bueno crecer.
Manuel Jigato Rubio
Coach
Ejecutivo y
CEO de QuercusBPR
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